LA COMUNIDAD PROCREADA, LOS PROYECTOS DE RADIO LIBRES

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[El presente texto es un adelanto de una investigación en torno al arte sonoro en México que se publicará  este año]

LA COMUNIDAD PROCREADA, LOS PROYECTOS DE RADIO LIBRES

La radio es el medio de comunicación cuya novedad pronto fue puesta a prueba tras la llegada del sonido al cine. Posteriormente padeció el golpe mortal  que le propinó la TV y que le ha dejado en estado de perpetua agonía. Sin embargo, las audiencias siguen escuchando con obstinada incredulidad a aquellos que hablan de su carácter  anacrónico. La radio sobrevive por su trabajo alrededor de la palabra hablada, nuestra más antigua técnica de socialización humana. El habla, el discurso comunicativo y su necesario juego de silencios, comparten un tiempo cada vez más restringido con la avalancha interminable de noticias y asuntos carentes por entero de importancia, que  publicistas y comunicólogos insisten en poner como tema del día, todos los días en el dial. La radio comercial no importa porque en ella persiste la misma música y las mismas personalidades desde hace décadas, aburre por su carácter de radio-fórmula perfectamente predecible. Todo es siempre lo mismo, siempre diferente, siempre el mismo juego de lo mismo y lo diferente. En la radio nada es extraño, su función es ser una extensión doméstica del espacio público banalizado.

Las tecnologías de transmisión de la señal radiofónica se han abaratado hasta hacerlas completamente disponibles para cualquiera que lo desee. Aun así son muy pocos los artistas interesados en desarrollar proyectos radiofónicos, la más grande limitante es sin duda el aspecto legal, ya que se requiere de un permiso otorgado por el gobierno federal y éstos son muy difíciles de obtener, en parte por la presión de los monopolios comunicativos privados y por la reactivación social que implica obtener un espacio de comunicación propio, comunitario. Tal vez es por ello que sólo unos cuantos saben del poder subversivo de la palabra hablada cuando se hace uso de ella en el espacio público. Sólo unos cuantos han experimentado de manera continuada con el medio: Taniel Morales, Suauuu Manifesto, Sublevarte y pocos más.

Es falso que la radio tenga un efecto democratizador, la comunicación radiofónica se realiza en una sola dirección con una participación social limitada. Pero eso es precisamente lo que la hace tan interesante como objeto de reflexión estético-política: la radio es un centro de antagonismos, funda el disenso cuando el lugar de enunciación cambia, cuando se rompe con la unidireccionalidad del modelo comunicacional emisor-receptor-emisor. Nada resulta tan voluptuoso como la caótica vocinglera de la democracia participativa.

Cuando artistas como Taniel Morales o Gustavo Artigas producen sus piezas radiofónicas hacia el final de la primera mitad de los noventa lo hacen desde emisiones piratas. El ambiente enrarecido políticamente que rodea esas producciones (es el tiempo del levantamiento zapatista, no lo olvidemos) produce una serie de demandas sociales por la apertura de los medios de  información como correlato a la apertura democrática. Antes (como ahora) había una concentración de los medios de información que imposibilita la creación de ciudadanías informadas, políticamente participativas por lo que algunos sectores de la izquierda comienzan a producir espacios efímeros de transmisión radiofónica. Los primeros proyectos apenas duran unas cuantas horas,  pero no dejan de surgir por aquí y por allá proyectos de comunicación “alternativa”. No es sino como parte de los movimientos sociales posteriores  a 1994 que las radios libres se van estableciendo junto con proyectos de radios comunitarias principalmente en zonas rurales. El caso de Morales es relevante ya que algunos de sus proyectos los lanza desde Radio H ruido, radio libre que surgió de una escisión con Ke Huelga Radio y que formarán posteriormente La Voladora (ambos proyectos más o menos aún con vida). H Ruido tenía su cabina en el centro cultural La Pirámide y fue un espacio de experimentación sonora y desmadre comunicativo.

Lo primero que sorprende al escuchar las emisiones de las radios libres no son tanto los contenidos (que en muchos de los casos comparten temáticas y estilos con emisiones más o menos oficiales como Radio Educación), sino la idea del ritmo comunicacional profundamente diferente al de los medios comerciales. Si bien el ritmo de los medios comerciales suele ser vertiginoso debido a que están “compitiendo por la atención de las audiencias”, dando como resultado un efecto de información indiferenciado concatenando comerciales, música y voces cuya identidad es difícil de discernir.[1] En las radios libres y comunitarias en cambio nos encontramos con la parsimonia de la vida cotidiana, con su ritmo lento y pausado, más atento a la comunicación prometida,  con sus horas de monólogos titubeantes, diálogos interminables e islas musicales. La voz en las emisiones comunitarias es la del portavoz de la comunidad, repite lo que la gente quiere escuchar, impreca ante las injusticias y cumple con las complacencias musicales, advierte y promueve las bondades sociales del conocimiento de la historia, de las luchas por la defensa del territorio. Comparado con la radio comercial las radios comunitarias son un páramo de la comunicación divertida.

Las radios libres y comunitarias suelen ocupar el centro de atención de las revistas y publicaciones encargadas de dar cobertura a la defensa de los derechos humanos, siendo en cambio, completamente ignoradas en el ámbito del arte contemporáneo.

Las radios comunitarias se diferencian de las libres por su deferencia al territorio; su función es dotar de contenidos informativos a las comunidades, proponer genealogías de resistencia cultural y políticas afirmativas propias. Forman un canon estético a la defensiva, nacido de la precariedad y sin embargo fundante de nuevas experiencias de sociabilidad.

La radio libre en cambio, es un espacio salvaje de comunicación, sin reglas claras ni conocimientos mínimos sobre las poéticas radiofónicas, el resultado es caótico y exultante al tiempo (“si crees que puedes hacerlo mejor, es porque estás escuchando…”). Su intención es integrar la participación de la audiencia común y corriente en la producción de contenidos, lejos de interesarse en la creación de públicos -como es la demanda de las políticas culturales del estado mexicano-. Las radios libres fomentan la apropiación de los medios como parte íntegra de un nuevo ejercicio democrático no deliberativo, más propenso a la autogestión de las potencias creativas que a la creación de audiencias pasivas.

Una cuestión que nos parece relevante enunciar y que podría explicar mejor el lugar que ocupa esta historia extraña, que intenta mezclar de manera desigual y precaria la práctica artística  y lo político en esta otra historia del arte sonoro en México, es la siguiente: la producción que se emite forma parte de una red cooperante de trabajos radiofónicos, son programas que dan cuenta diaria de la creación en los márgenes de la cultura mainstream. Quienes dotan de contenidos a estos proyectos radiofónicos muchas veces son colectividades dispersas, móviles; variables que conforman una práctica estética precaria difícil de abordar por la ausencia de documentación. El resultado es parecido al del mundo de la creación estética: es la construcción de modos de vida social posibles, sólo que en este caso la resonancia política del gesto fundante se confunde dramáticamente con el gesto del artista creador de poéticas operativas del mundo por venir. Se experimenta en común modos de vida, afectos sociales y estéticos, finalmente, el efecto radiofónico del discurso se ensaya mucho antes, en el espacio asambleario.


[1] Las voces de los locutores se confunden con los comerciales simple y sencillamente porque son los mismos tonos, velocidades y sentidos en juego. La radio comercial es constituida por un único y mismo lenguaje publicitario sin fin.

~ por 666ismocritico en enero 1, 2014.

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